¿Qué significa que un cuadro está relamido?

En el mundo del arte, hay palabras que pueden desconcertar a quien no está familiarizado con el argot de pintores, críticos o galeristas. Una de esas palabras es relamido. ¿Alguna vez has oído decir que un cuadro está relamido? Si te suena a algo relacionado con dulces o lamidos… vas por mal camino. En realidad, es un término bastante crítico, y aquí te explicamos por qué.

Un cuadro relamido no es un cumplido

Cuando se dice que un cuadro está relamido, se está haciendo una crítica a su estilo o acabado. En concreto, significa que la obra está demasiado perfeccionada, pulida o retocada. Como si el artista hubiera trabajado tanto los detalles que se ha perdido la frescura o la espontaneidad de la pintura original.

Es el tipo de cuadro que, aunque técnicamente esté bien ejecutado, transmite una sensación de artificio. Todo está tan «correcto», tan suave, tan cuidado, que termina resultando afectado, frío o incluso empalagoso.

¿Por qué se usa esta palabra?

El término «relamido» proviene del verbo re-lamer, como si el artista hubiera “lamido” (pulido, corregido, suavizado) tanto la superficie del cuadro, que ha terminado por borrar cualquier trazo de emoción o expresión natural. Es una forma de decir que la obra carece de vida o de carácter precisamente por ese exceso de corrección.

¿Es algo negativo siempre?

No necesariamente. Algunos estilos artísticos valoran la precisión extrema y los acabados impecables. Pero en muchas ocasiones, sobre todo en el arte contemporáneo, se valora más la expresividad, la textura, el trazo visible y la personalidad del artista que la pulcritud absoluta.

Decir que un cuadro está relamido puede ser una manera elegante de sugerir que le falta alma.

¿Cómo evitar que tu arte parezca relamido?

Si eres artista, aquí van algunos consejos para mantener la esencia viva de tu obra sin caer en el exceso de corrección:

  • No tengas miedo al trazo espontáneo. El trazo rápido, enérgico o imperfecto puede transmitir más emoción que una línea excesivamente controlada. A veces, lo más sincero es lo más directo.
  • Deja que se note la mano que pinta. La huella del artista es parte fundamental de la obra. Los gestos, las pinceladas visibles o incluso las imperfecciones cuentan una historia y dan carácter a la pieza.
  • No retoques en exceso. Si te encuentras corrigiendo una y otra vez una parte del cuadro, es posible que estés perdiendo la frescura inicial. A veces, es mejor dejar lo que no es perfecto pero tiene vida, que pulirlo hasta que pierda su esencia.
  • Busca el equilibrio entre técnica y emoción. Dominar la técnica es importante, pero no debería ahogar la expresividad. Una obra puede ser técnicamente impecable y, al mismo tiempo, profundamente humana.
  • Acepta lo inacabado como parte del proceso. No todo necesita estar “cerrado” o completamente definido. El espacio para la interpretación, el silencio visual o los bordes abiertos también pueden enriquecer la experiencia del espectador.
  • Escucha tus sensaciones mientras pintas. Si estás disfrutando el proceso, es probable que la obra conserve esa energía. Si, en cambio, estás demasiado centrado en “corregir”, tal vez estés perdiendo el impulso original que hizo que esa pintura empezara a cobrar vida.

Un cuadro puede estar bien construido y, sin embargo, resultar frío si se ha pulido tanto que ha perdido el alma. En cambio, una obra con pequeños fallos, pero llena de intención y sentimiento, suele ser mucho más emocionante.

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